Es toda una experiencia llegar un domingo de enero a Paso de los Libres, Corrientes. A las 9 AM, seamos directos, hace calor. No hay mucho movimiento en el pueblo: algunos gendarmes, y no mucho más. Uno puede caminar de punta a punta, atravesar esa plaza que tiene una sección enrejada con un cartel que dice "exclusivo para adultos, prohibida la entrada de menores de 21 años, abierto de 8:00 a 22:00" con mesas para ajedrez adentro, y no observar demasiados seres humanos. Quizás alguna fábrica de pastas desafía al agobiante sol, pero no mucho más.
El escaso movimiento más bien consiste en salir a tomar tereré a la vereda. Y así fue que lo encontré. Allí estaba, claro, disfrutando de su total felicidad: él. Un hombre en la reposera, con un tereré en su mano, una tranquilidad sabia en su rostro, y una palmeta para matar moscas en su otra mano. Eso era todo. No necesitaba mucho más para pasar algunas horas sin ningún inconveniente. Había ganado la salida de la caverna.
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